Jesús sana a un paralítico
Mr 2:3-12; Lc 5:18-26
1Entrando de nuevo en la barca, Jesús pasó a la orilla opuesta y entró en su ciudad, en Cafarnaum. 2Le llevaron entonces un paralítico tendido en una camilla, y viendo Jesús la fe de sus portadores, le dijo:
—¡Hijo, ten ánimo! Tus pecados te son perdonados.
3Algunos escribas que estaban allí pensaron en seguida: “Este está blasfemando”. 4Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les preguntó:
—¿Por qué pensáis mal para vuestros adentros? 5¿Qué os parece más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —le dijo entonces al paralítico:
—Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
7Él entonces se levantó y se fue a su casa, 8y la gente, al verlo, se quedó asombrada y comenzó a glorificar a Dios por haber dado tal autoridad a los hombres.
Llamamiento de Mateo
Mr 2:14-17; Lc 5:27-32
9Al salir de allí vio Jesús a uno llamado Mateo, que estaba sentado ante la mesa de recaudación de los impuestos públicos, y le dijo:
—Sígueme.
Él, al punto, se levantó y le siguió.
10Luego, mientras Jesús estaba comiendo en la casa, llegaron muchos publicanos y muchos pecadores notorios que se sentaron a la mesa juntamente con él y con sus discípulos. 11Al verlo, los fariseos preguntaron a los discípulos:
—¿Por qué vuestro Maestro come con todos esos publicanos y pecadores?
12Jesús los oyó y les dijo:
—Los que necesitan del médico son los enfermos, no los que están sanos. 13Id y aprended qué significan estas palabras: “Yo quiero misericordia, no sacrificio”. Porque yo no he venido a llamar a los que ya son justos y buenos, sino a los pecadores.
Le preguntan a Jesús “sobre el ayuno
Mr 2:18-22; Lc 5:33-39
14Se le acercaron los discípulos de Juan el Bautista y le preguntaron:
—¿Por qué nosotros, y también los fariseos, ayunamos con mucha frecuencia, y en cambio tus discípulos no ayunan nunca?
15Les respondió Jesús:
—¿Acaso pueden estar de duelo los invitados a una boda mientras el novio permanece con ellos? Después vendrán los días en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. 16A nadie se le ocurre remendar un vestido viejo con un trozo de tela nueva, porque el remiendo tirará de la tela vieja “del vestido, y el roto se hará más grande. o 17Ni nadie pone vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo romperá los odres, y el vino se derramará y los odres se echarán a perder. El vino nuevo hay que ponerlo en odres nuevos, para que, tanto el vino como los odres, puedan conservarse juntos.
Una niña muerta y “una mujer enferma
Mr 5:22-43; Lc 8:41-56
18Mientras él les hablaba de esta manera, un alto jefe se llegó a Jesús, y postrándose a sus pies le dijo:
—Mi hija acaba de morir, pero estoy seguro de que si tú vienes conmigo y pones tu mano sobre ella, vivirá.
19Jesús, levantándose, le siguió acompañado de sus discípulos. “ 20Pero en el camino se le acercó una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias; llegó por detrás y le tocó el borde del manto, 21pensando para sí: “Tan sólo con tocar el borde de su manto, quedaré sanada”. 22Pero Jesús, volviéndose, la miró y le dijo:
—Hija, ten ánimo, tu fe te ha salvado.
Y la mujer quedó sanada desde aquel mismo instante.
23Luego llegó Jesús a la casa de aquel jefe, y vio y oyó a los que tocaban las flautas, y a la gente que no dejaba de alborotar. 24Les dijo a todos:
—Marchaos de aquí, pues la niña no está muerta, sino solo dormida.
Entonces la gente comenzó a burlarse de él; 25pero cuando por fin pudieron echarla fuera, Jesús entró y tomó la mano de la niña, y ella se levantó. 26La fama de aquel hecho corrió por toda la región.
Jesús sana a los ciegos y “a los mudos
27Más tarde, cuando Jesús salió de allí, le siguieron dos ciegos dando voces. Decían:
—¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!
28Al llegar a la casa adonde iba, los ciegos fueron a él. Jesús les dijo:
—¿Creéis que yo puedo hacer esto?
Le contestaron:
—Sí, Señor.
29Entonces les tocó los ojos, al tiempo que les decía:
—Que os sea hecho conforme a la fe que tenéis.
30Los ojos de ellos fueron abiertos, pero Jesús les hizo un riguroso encargo:
—¡Tened cuidado, que nadie lo sepa!
31Pero ellos, en cuanto salieron de allí difundieron por todas partes la fama de Jesús.
32Apenas los ciegos hubieron salido, le trajeron a un hombre que era mudo y estaba endemoniado. 33Pero una vez expulsado el demonio, el mudo comenzó a hablar. La gente, admirada, comentaba:
—Jamás se había visto en Israel una cosa como esta.
34Pero lo fariseos, por su parte, decían:
—Este expulsa los demonios por el propio poder del príncipe de los demonios.
Son pocos los obreros
35Por entonces recorría Jesús todas las ciudades y los pueblos, enseñando en cada sinagoga predicaba las buenas nuevas del reino de los cielos y sanaba toda enfermedad y dolencia de la gente. 36Viendo la multitud, tuvo compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor. 37En aquella ocasión dijo a sus discípulos:
—La mies es mucha, pero son pocos los obreros. 38Por eso, rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores a cosecharla.
Jesús envía a los doce
Mr 3:16-19; Lc 6:14-16; Hch 1:13
Mr 6:8-11; Lc 9:3-5; 10:4-12
Mr 13:11-13; Lc 21:12-17
Lc 12:2-9
Lc 12:51-53