Jesús sana a un leproso
Mr 1:40-44; Lc 5:12-14
1Al bajar Jesús del monte, le seguía una gran muchedumbre. 2En esto se le acercó un leproso, que hincándose de rodillas ante él le dijo:
—Señor, si quieres, puedes limpiarme de mi mal.
3Jesús extendió la mano y lo tocó, al tiempo que decía:
—Sí quiero. Queda limpio.
En el mismo instante le desapareció la lepra. 4Entonces Jesús añadió:
—Mira, no digas de esto nada a nadie, sino ve y preséntate primero al sacerdote; y para que a ellos les quede constancia, lleva la ofrenda ordenada por Moisés.
La fe del centurión
Lc 7:1-10
5Entrando en Cafarnaum, vino al encuentro de Jesús un centurión que comenzó a rogarle:
6—Señor, tengo a mi criado en casa, paralítico, sufriendo de un modo terrible.
7Jesús le contestó:
—Yo iré y lo curaré.
8Pero el centurión le dijo:
—Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, bajo mi techo; pero bastará con que tú pronuncies la palabra para que mi criado quede sanado. 9Mira, yo soy también un hombre sujeto a autoridad, y al mismo tiempo tengo soldados bajo mis órdenes. Si a uno le digo “Ve allá”, va; si a otro le digo “Ven acá”, viene; y si digo a mi sirviente “Haz esto”, lo hace.
10Jesús se quedó admirado al oírlo, se quedó admirado, y dijo a la gente que le seguía;
—Os aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado a nadie que tenga tanta fe. 11Por eso os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán juntamente con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; “ 12en tanto que los ciudadanos del reino serán expulsados a las tinieblas de afuera. ¡Allí llorarán y les rechinarán los dientes!
13Luego se volvió Jesús al centurión, y le dijo:
—Vete, y lo que creíste te sea cumplido.
En aquel mismo momento quedó sanado el criado del centurión.
Jesús sana a muchos enfermos
Mr 1:29-34; Lc 4:38-41
14Después entró Jesús en casa de Pedro, a cuya suegra encontró postrada en cama, con fiebre alta. 15Le tocó Jesús la mano y desapareció la fiebre. Entonces ella se levantó y se puso a servirles.
16Al caer la tarde le trajeron muchos endemoniados, y Jesús, con solo su palabra, expulsó a los demonios y sanó a todos los que estaban enfermos, 17para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías:
“Él tomó nuestras debilidades
y cargó sobre sí nuestras
dolencias”.
Lo que cuesta seguir a Jesús
Lc 9:57-60
18Jesús, viéndose rodeado de aquella muchedumbre, mandó a sus discípulos pasar a la otra orilla. 19Entonces se le acercó un escriba, que le dijo:
—Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.
20Le respondió Jesús:
—Mira, las zorras tienen cubiles y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre ni siquiera tiene un lugar donde recostar la cabeza.
21Otro, de entre sus discípulos, le pidió:
—Señor, permite que vaya y entierre primero a mi padre.
22Jesús le dijo:
—Tú sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Jesús calma la tormenta
Mr 4:36-41; Lc 8:22-25
23Luego entró en la barca, y sus discípulos le siguieron.
24Bruscamente se desató en el mar una gran tempestad. Las olas cubrían la barca, pero Jesús dormía. 25Los discípulos, asustados, fueron a despertarle:
—¡Señor, sálvanos, que vamos a morir!
26Él les dijo:
—¡Hombres de poca fe!, ¿por qué tenéis tanto miedo?
Luego se levantó e increpó a los vientos y al mar. Todo se calmó, y se hizo una gran bonanza. 27Los hombres, asombrados, se decían:
—¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
Liberación de dos “endemoniados
Mr 5:1-17; Lc 8:26-37
28Llegados a la otra orilla, a la región de los gadarenos, dos endemoniados salieron al encuentro de Jesús. Venían de entre los sepulcros, y eran tan violentos que nadie podía pasar por su propio camino. 29Gritaban:
—¿Qué tienes en contra nuestra, Jesús, Hijo de Dios? ¿Has venido acá a atormentarnos antes de tiempo?
30A cierta distancia de allí estaba paciendo una gran piara de cerdos, 31y los demonios suplicaron a Jesús:
—Si nos expulsas, permítenos ir a aquella piara de cerdos.
32Él les dijo:
—Id.
Ellos salieron y se fueron a la piara de cerdos, que se precipitó en el mar por un despeñadero. Todos los cerdos murieron ahogados, 33y los que cuidaban de ellos huyeron a la ciudad, donde relataron lo ocurrido con la piara y con los endemoniados. 34Al saberlo, toda la gente de la ciudad salió en busca de Jesús, y cuando lo vieron le rogaron que se fuera de aquella región.