Mark 1

Juan el Bautista prepara el camino

Mt 3:1-11; Lc 3:2-16

1Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.

2En el libro del profeta Isaías está escrito:

“Yo envío mi mensajero delante de ti,

para que te prepare el camino.

3Se oye una voz que grita

en el desierto:

¡Preparad el camino

del Señor!

¡Allanad sus veredas!”

4Aquel mensajero fue Juan el Bautista, que bautizaba en el desierto y predicaba el bautismo como público testimonio de arrepentimiento para perdón de los pecados. 5Acudían a escucharle gentes de toda la región de Judea, y todos los que vivían en Jerusalén; y a los que confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán.

6La ropa que Juan vestía estaba tejida con pelo de camello, y la llevaba ceñida al cuerpo con un cinturón de cuero. Se alimentaba de langostas y miel silvestre, 7y en su predicación anunciaba:

—Después de mí viene uno más poderoso que yo, ante el cual ni siquiera soy digno de encorvarme para desatar las correas de su calzado. 8Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.

Bautismo y tentación de Jesús

Mt 3:13-17; Lc 3:21-22

Mt 4:1-11; Lc 4:1-13

9Por aquellos días, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. 10Luego, mientras salía del agua, Jesús vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él en forma de paloma. 11Y en el mismo momento se oyó una voz del cielo, que decía:

—Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco.

12Después el Espíritu Santo le impulsó al desierto, 13donde permaneció cuarenta días. Allí le probó Satanás en diversas ocasiones; pero a Jesús, a quien acompañaban tan sólo las fieras, los ángeles le servían.

Llamamiento de los primeros discípulos

Mt 4:18-22; Lc 5:2-11; Jn 1:35-42

14Después que Juan fuera encarcelado, Jesús se dirigió a Galilea para anunciar el evangelio del reino de Dios. Decía:

15—¡Ha llegado la hora! ¡El reino de Dios se ha acercado! ¡Arrepentíos, apartaos del pecado y creed al evangelio!

16Un día, andando por la orilla del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón y Andrés, que lanzaban sus redes al agua, porque eran pescadores. 17Jesús les dijo:

—¡Venid, seguidme y os convertiré en pescadores de hombres! 18De inmediato abandonaron ellos las redes y le siguieron. 19Un poco más adelante vio a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca remendando las redes. 20También a estos los llamó, y ellos, dejando en la barca a Zebedeo con los jornaleros, se fueron con Jesús.

Jesús expulsa a un espíritu maligno

Lc 4:31-37

21Llegaron a Cafarnaum, donde los sábados entraba Jesús en la sinagoga y se ponía a enseñar. 22Los que le escuchaban se admiraban de su enseñanza, porque les hablaba como alguien que goza de toda autoridad, y no como los escribas.

23En la sinagoga había un hombre poseído por un espíritu impuro, que empezó a gritar:

24—¿Por qué nos molestas, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé que tú eres el santo Hijo de Dios!

25Jesús le ordenó:

—¡Cállate y sal de ese hombre!

26Al punto, el espíritu impuro salió de él, haciéndole gritar y sacudiéndolo con violentas convulsiones. 27Tan asombrados quedaron todos los que lo vieron, que luego comentaban:

—¿Qué es esto? ¿Qué nueva enseñanza es ésta, y qué autoridad tiene ese hombre, que hasta los espíritus impuros le obedecen?

28Con la noticia de lo sucedido, la fama de Jesús se difundió rápidamente por toda la región de Galilea.

Jesús sana a muchos enfermos

Mt 8:14-15; Lc 4:38-39

Mt 8:16-17; Lc 4:40-41

29Al salir de la sinagoga se dirigió, junto con Jacobo y Juan, a casa de Simón y Andrés. 30La suegra de Simón estaba en cama, postrada por la fiebre; Jesús, al saberlo, 31se acercó a la enferma, la tomó de la mano y la incorporó. En el mismo momento le desapareció la fiebre, y se puso a servirles la mesa. 32Al atardecer, después de ponerse el sol, la casa se llenó de enfermos y endemoniados que la gente llevaba a Jesús, para que los sanara. 33La gente de la ciudad, agolpándose ante la puerta, 34pudo presenciar cómo curaba de diversos males a muchos que estaban enfermos, y cómo expulsaba a multitud de demonios. Pero a los demonios que expulsaba, Jesús no les permitía que hablaran de él y revelasen quién era.

Jesús ora en un lugar solitario

Lc 4:42-43

35A la mañana siguiente, estando todavía muy oscuro, se levantó y se fue a un lugar desierto, a orar a solas. 36Más tarde salieron en su busca Simón y los demás, 37y cuando le encontraron le dijeron:

—La gente te anda buscando.

38Él les respondió:

—Vámonos a otra parte, a las ciudades vecinas, para predicar también allí el mensaje, porque para esto he venido.

39De ese modo recorrieron toda Galilea, predicando él en las sinagogas y expulsando de muchas personas los demonios que las poseían.

Jesús sana a un leproso

Mt 8:2-4; Lc 5:12-14

40Sucedió que un día se le acercó un leproso, que puesto de rodillas le dijo:

—Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

41Jesús, compadecido, le tocó con la mano y le dijo:

—Sí quiero. ¡Queda limpio!

42Al momento desapareció por completo la lepra de su cuerpo. “ 43Luego Jesús, al despedirle, le advirtió severamente:

44—No digas nada de esto a nadie, sino ve en seguida a presentarte al sacerdote, para que te examine, y llévale la ofrenda que Moisés ordenó a los leprosos que quedan limpios de su enfermedad. Así todos se convencerán de que has sido sanado. 45Pero el hombre, en cuanto salió, comenzó a proclamar la noticia de su curación. De este modo aumentó tanto la fama de Jesús, que ya no podía entrar libremente en ninguna población, sino que había de quedarse en lugares despoblados. Pero, aun así, de todas partes seguían acudiendo en busca suya.