Luke 8

Parábola del sembrador

Mt 13:2-23; Mr 4:1-20

1Poco después emprendió Jesús un recorrido por las ciudades y los pueblos de Galilea, a fin de anunciar la llegada del reino de Dios. Le acompañaban sus doce discípulos, 2algunas mujeres que él había sanado de enfermedades, y otras de las que había expulsado espíritus malignos. Entre ellas estaban María de Magdala, de la que había expulsado siete demonios, 3Juana, esposa de Chuza (funcionario encargado de asuntos internos del palacio de Herodes) y Susana. También había ot ras muchas, que contribuían con sus bienes al sustento de Jesús y sus discípulos.

4En cierta ocasión se reunió una gran multitud, cuyo número aumentó con la gente que llegaba de las ciudades vecinas para escuchar a Jesús. Entonces les contó esta parábola:

5—Un labrador salió a sembrar su campo. Al lanzar la semilla, una parte cayó en el camino, donde fue pisoteada por la gente o comida por los pájaros. 6Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde la tierra no tenía profundidad; estos granos no tardaron en brotar, pero en seguida se secaron por falta de humedad. 7Otra parte cayó entre espinos, que nacieron juntamente con la semilla y la ahogaron. _ 8Pero otra parte cayó en buena tierra, de modo que germinó, brotó y dio fruto hasta al ciento por uno de lo sembrado.

Concluyó Jesús su parábola exclamando:

—¡El que tiene oídos, que oiga!

9Después le preguntaron los discípulos por el significado de aquella parábola, 10y él les respondió:

—Vosotros habéis sido llamados a conocer los misterios del reino de Dios, pero a esa gente he de hablarles por parábolas, para que “aunque miren no vean y aunque oigan no entiendan”.

» 11Escuchad, pues, vosotros: La semilla es el mensaje de Dios para el hombre. 12La que cayó en el camino representa a quienes lo escuchan con interés, pero viene luego el diablo y se lo quita del corazón, para que no crean y se salven. 13La semilla caída en terreno pedregoso es semejante a los que se deleitan oyendo la palabra de Dios, pero no echan raíces ni crecen; por un poco de tiempo llegan incluso a creer en ella, pero cuando vienen pruebas duras, se apartan y abandonan. “ 14La semilla que cayó entre los espinos es como los que escuchan el mensaje, pero el peso de las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida lo ahogan sin dejarle que dé fruto. 15Pero la semilla sembrada en la buena tierra representa a quienes con corazón bueno y recto escuchan la palabra de Dios, y la retienen, y dan fruto abundante porque perseveran en ella.

Una lámpara en una repisa

16En otra ocasión dijo Jesús:

—Nadie enciende una lámpara y la cubre después con una vasija, ni la pone bajo la cama para que no dé luz. No, el que enciende una lámpara la pone en alto, en el candelero, para que alumbre a los que entran en la casa. 17Escuchad: no hay nada oculto que no haya de ponerse al descubierto, ni hay nada escondido que no llegue un día a conocerse y salir a la luz. 18Prestad atención a cómo oís, porque al que tiene se le dará más; pero al que apenas tiene, aun lo poco que cree tener se le quitará.

La madre y los hermanos “de Jesús

Mt 12:46-50; Mr 3:31-35

19Una vez fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos; pero había tanta gente alrededor de él que no lograban abrirse paso. 20En'tonces alguien le dio aviso, diciéndole:

—Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte.

21Jesús respondió:

—Mi madre y mis hermanos son todos los que escuchan el mensaje de Dios y lo obedecen.

Jesús calma la tormenta

Mt 8:23-27; Mr 4:36-41

22Otro día sucedió que entró en una barca, junto con sus discípulos, y les sugirió que bogaran hasta la otra orilla del lago. 23Durante la travesía se quedó dormido, y mientras dormía aumentó la intensidad del viento y se desencadenó una violenta tempestad. Las olas empezaron a inundar la barca, y el riesgo de hundimiento era inminente. 24Fueron entonces a despertar a Jesús, diciendo:

—¡Maestro, Maestro, nos vamos a ahogar!

Jesús se despertó e increpó a la tempestad. Al punto, el viento y el oleaje se calmaron, y el lago recobró la tranquilidad.

25Entonces les preguntó:

—¿Dónde está vuestra fe?

Ellos, asustados y llenos de asombro, se decían unos a otros:

—¿Quién es este hombre, que hasta a los vientos y las olas da órdenes, y le obedecen?

Liberación de un “endemoniado

Mt 8:28-34

Mr 5:1-20

26Arribaron por fin a la tierra de los gadarenos, en la ribera del lago opuesta a Galilea. 27Apenas bajaron de la barca, les salió al encuentro un hombre de la ciudad, que desde hacía mucho tiempo estaba endemoniado. No tenía hogar, andaba desnudo y vivía entre las tumbas del cementerio.

28Cuando vio a Jesús, lanzó un alarido y se arrojó a sus pies exclamando a gran voz:

—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te suplico que no me atormentes!

29Decía esto porque ya Jesús había ordenado que saliera de aquel hombre el espíritu impuro que se había posesionado de él. Lo sujetaban con cadenas y grillos, pero era tan violenta su furia que rompía las cadenas, y movido por el demonio huía a lugares desiertos. 30Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

—Me llamo Legión —respondió, porque eran muchos los demonios que habitaban en él, “ 31los cuales le rogaban que no los enviase al abismo.

32Cerca de aquel lugar había una piara de cerdos paciendo en el monte, y los demonios pidieron a Jesús que los dejara entrar en ellos. Él se lo permitió, 33y entonces los demonios sal•ieron del hombre y se metieron en los cerdos, que se precipitaron al lago por un despeñadero y se ahogaron. 34Los que cuidaban la piara de cerdos echaron a correr a la ciudad vecina, y allí y en los campos cercanos contaron lo que había sucedido. 35Pronto salió la gente a cerciorarse personalmente de los hechos, y hallaron al hombre que había estado endemoniado sentado a los pies de Jesús, tranquilo, vestido y en su cabal juicio. Todos se llenaron de temor, y más aún 36cuando oyeron relatar lo ocurrido con el endemoniado a quienes fueron testigos presenciales de su curación.

37Los que vivían en aquella comarca gadarena se dirigieron a Jesús, y movidos por el miedo le suplicaron que se marchase de allí. Él, complaciéndolos, entró de nuevo en la barca y emprendió el viaje de regreso. 38Por su parte, el hombre que había estado endemoniado pedía a Jesús que le dejara acompañarle; pero Jesús no se lo permitió, 39sino que le mandó que volviese a su casa y contase a los suyos las grandes cosas que Dios había hecho por él. El hombre obedeció, y no cesaba de referir por toda la ciudad el maravilloso milagro que Jesús había hecho en su favor.

Una niña muerta y una mujer enferma

Mt 9:18-26; Mr 5:22-43

40Al otro lado del lago estaba esperando a Jesús una gran multitud, que le recibió con la mayor alegría. 41Pero apenas hubo desembarcado, se arrojó a sus pies un principal de la sinagoga llamado Jairo, el cual comenzó a rogar a Jesús que fuera a su casa, 42porque su única hija, una niña como de doce años, se le estaba muriendo. Jesús lo acompañó y, mientras iba con él, la gente se apretujaba a su alrededor.

43Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años padecía continuas hemorragias, sin que ningún médico de los varios que la trataron hubiera logrado curarla, a pesar de que en ellos se había gastado todo el dinero que tenía. 44Esta mujer se acercó por detrás a Jesús y tocó el borde de su manto, y al instante se le detuvo la hemorragia. 45Jesús preguntó entonces:

—¿Quién me ha tocado?

Todos negaron haberlo hecho, y Pedro y los que estaban con él le dijeron:

—Maestro, si por todas partes te está oprimiendo la gente, ¿cómo dices: “Quién me ha tocado”?

46Jesús insistió:

—Alguien me ha tocado deliberadamente, porque yo he sentido que de mí salía una fuerza sanadora.

47Al saberse descubierta, la mujer cayó de rodillas delante de él, y en medio de toda la gente declaró haberle tocado, por qué lo había hecho y cómo en el mismo instante había quedado sanada.

48—Hija —le dijo Jesús—, tu fe te ha sanado. Vete en paz.

49Todavía estaba hablando, cuando llegó un mensajero a comunicarle a Jairo:

—Tu hija ha muerto. No vale la pena que sigas molestando al Maestro.

50Pero Jesús, al oir la noticia, le dijo:

—No temas. Solamente ten confianza y tu hija se salvará.

51Siguieron, pues, su camino, y entró en la casa; pero no dejó que nadie entrara con él, aparte de Pedro, Jacobo, Juan y el padre y la madre de la niña. 52La casa estaba llena de personas que lloraban y se lamentaban por ella. Jesús les dijo:

—¡No lloréis más! La niña no está muerta, sino dormida.

53Estas palabras movieron a burla a los presentes, porque todos sabían que había muerto; “ 54pero él, tomándola de la mano, le mandó con voz fuerte:

—¡Niña, levántate!

55Entonces volvió de nuevo a ella su espíritu, y se levantó de inmediato. En seguida Jesús ordenó que le dieran de comer; 56y a los padres, que estaban atónitos, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían presenciado.

Jesús envía a los doce

Mt 10:9-15; Mr 6:8-11

Mt 14:1-2; Mr 6:14-16