La resurrección
Mt 28:1-8; Mr 16:1-8; Jn 20:1-8
1El primer día de la semana, por la mañana temprano, tomaron las especias aromáticas que habían preparado y se dirigieron al sepulcro en compañía de otras mujeres. 2Pero cuando llegaron se quedaron atónitas, porque la piedra que lo cerraba había sido removida 3y el cuerpo del Señor Jesús no estaba allí, donde había sido depositado.
4No sabían qué pensar, y estaban tratando de comprender lo sucedido cuando dos varones vestidos con ropas resplandecientes se pusieron junto a ellas. 5Asustadas, las mujeres se postraron rostro en tierra, y entonces aquellos varones les dijeron:
—¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 6No está aquí, pues ha resucitado. ¿Acaso no os acordáis de lo que él os anunció estando en Galilea? 7Os dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores para ser crucificado, pero al tercer día resucitará”.
8Entonces ellas recordaron lo que les había dicho, 9y se fueron del sepulcro a Jerusalén, donde refirieron a los once apóstoles y a los demás lo que les había sucedido. 10Aquellas mujeres eran, entre otras, María Magdalena, Juana, y María la madre de Jacobo.
11Lo que ellas contaban era tan difícil de creer que a los apóstoles les pareció una locura. 12Sin embargo, Pedro corrió al sepulcro. Al llegar a la entrada miró adentro, pero no viendo allí otra cosa que los lienzos, se volvió a la casa lleno de asombro por lo que había sucedido.
De camino a Emaús
13Aquel mismo día se dirigían dos de ellos al pueblo de Emaús, distante unos sesenta estadios (unos once kilómetros) de Jerusalén. 14Iban comentando por el camino los acontecimientos que rodearon la muerte de Jesús, “ 15cuando él mismo se les acercó y se puso a andar a su lado. 16Ellos le veían, pero en aquel momento no les fue posible reconocerle. “ 17Jesús les preguntó:
—¿De qué venís hablando, y por qué estáis tan tristes?
18Uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:
—Quizá en toda Jerusalén eres tú el único forastero que ignora las cosas que han ocurrido estos días.
19—¿Qué cosas son ésas?
—Pues que a Jesús de Nazaret, profeta poderoso en obras y en palabras, que gozaba de la más alta estimación de Dios y del conjunto del pueblo, 20los principales sacerdotes y nuestros gobernantes lo pusieron en manos de los romanos, para que lo condenasen a morir en la cruz. 21Nosotros creíamos que él era el que había venido a rescatar a Israel... ¡pero ya hace tres días que murió! 22Sin embargo, lo más extraño de todo es que varias mujeres de nuestro grupo fueron hoy, muy de mañana, al sepulcro, 23y volvieron diciendo que el cuerpo había desaparecido y que unos ángeles les dijeron que Jesús está vivo. “ 24Algunos de los nuestros corrieron después al sepulcro y, en efecto, no hallaron el cuerpo, de modo que las mujeres tenían razón.
25Jesús les dijo entonces:
—¡Qué necios y torpes sois! ¡Cuánto os cuesta creer lo que los profetas han afirmado en las Escrituras! 26¿No está dicho claramente que el Cristo había de padecer todas esas cosas antes de entrar en su gloria?
27En seguida, a partir de Moisés y continuando por todos los profetas, les fue explicando lo que las Escrituras decían acerca de él.
28Cuando llegaron a Emaús, la aldea a la que se dirigían, Jesús hizo ademán de seguir su camino; 29pero ellos le suplicaron que se quedase:
—Quédate con nosotros, porque se ha hecho muy tarde y el día comienza a oscurecer.
Él, entonces, decidió quedarse.
30Más tarde se sentaron todos a la mesa, y Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a ellos. 31En ese momento sintieron los discípulos como que los ojos se les abrían de pronto, y le reconocieron; pero él desapareció de su vista.
32—¿No es cierto que nos ardía el corazón mientras nos explicaba las Escrituras a lo largo del camino? —se decían el uno al otro llenos de asombro.
33Poco más tarde emprendieron nuevamente la marcha hacia Jerusalén. Cuando llegaron, encontraron reunidos a los once apóstoles con otros que los estaban acompañando. 34Todos ellos los recibieron con esta gran noticia:
—¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado, y se ha aparecido a Pedro!
35Los recién llegados relataron entonces que también a ellos se les había aparecido Jesús, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Jesús se aparece a “los discípulos
36Mientras aún estaban ellos hablando y se contaban estas cosas unos a otros, Jesús se puso en medio de todos y los saludó, diciendo:
—Paz a vosotros.
37Espantados, llenos de temor, los discípulos pensaban que estaban en presencia de un fantasma.
38Les dijo:
—¿Por qué estáis tan turbados? ¿Por qué dudáis y tenéis tanto miedo? 39Mirad mis manos y mis pies, y si queréis, tocadme y comprobaréis que soy yo. Porque los fantasmas no tienen carne ni huesos, como yo tengo.
40Les habló de esta manera, y les mostró las manos y los pies. “ 41Ellos no cabían en sí de alegría, aun cuando todavía dudaban de lo que estaban viendo.
—¿Tenéis aquí algo de comer? —les preguntó, 42y le dieron un pedazo de pescado asado y un panal de miel, 43que él tomó y comió en presencia de todos. Luego les recordó:
44—Cuando aún estaba con vosotros, os dije que tenía que cumplirse todo lo que se ha escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos.
45Luego les abrió el entendimiento, a fin de que pudieran comprender las Escrituras, 46y les dijo:
—Así está escrito: Era necesario que el Cristo padeciera y muriera, y que resucitara al tercer día. 47Y era necesario también que, en su nombre, comenzando en Jerusalén y hasta el último rincón del mundo, se predicase el perdón que Dios ofrece a los que se arrepienten de sus pecados. 48A vosotros, que sois testigos del cumplimiento de estas cosas, • 49yo os enviaré pronto lo que mi Padre os ha prometido. Pero no salgáis todavía de Jerusalén, sino permaneced aquí hasta que Dios os revista de todo poder.
La ascensión
50Luego Jesús los condujo fuera de la ciudad, hasta Betania. Allí, alzando las manos, los bendijo; 51y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado arriba, al cielo.
52Después de haberle adorado, los discípulos se volvieron a Jerusalén llenos de alegría; 53y desde entonces estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios.