Opresores y oprimidos
1Luego me fijé en tanta opresión que hay en esta vida. Vi llorar a los oprimidos, y no había quien los consolara; el poder estaba del lado de sus opresores, y no había quien los consolara. 2 Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven, 3 aunque en mejor situación están los que aún no han nacido, los que no han visto aún la maldad que se comete en esta vida.
4 Vi además que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!
5 El necio se cruza de brazos,
y acaba muriéndose de hambre.
6 Más vale poco con tranquilidad
que mucho[a] con fatiga…
¡corriendo tras el viento!
La unión hace la fuerza
7 Me fijé entonces en otro absurdo en esta vida: 8 vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos, y que nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! «¿Para quién trabajo tanto, y me abstengo de las cosas buenas?», se preguntó. ¡También esto es absurdo, y una penosa tarea!
9 Más valen dos que uno,
porque obtienen más fruto de su esfuerzo.
10 Si caen, el uno levanta al otro.
¡Ay del que cae
y no tiene quien lo levante!
11 Si dos se acuestan juntos,
entrarán en calor;
uno solo ¿cómo va a calentarse?
12 Uno solo puede ser vencido,
pero dos pueden resistir.
¡La cuerda de tres hilos
no se rompe fácilmente!
Juventud y sabiduría
13 Más vale joven pobre pero sabio
que rey viejo pero necio,
que ya no sabe recibir consejos.
14 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono, o haya nacido pobre en ese reino, 15 en esta vida he visto que la gente apoya al joven que sucede al rey. 16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes,[b] muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!