El sepulcro vacío
Mt 28:1-8; Mr 16:1-8; Lc 24:1-10
1Antes de amanecer el primer día de la semana (o sea, el domingo), María de Magdala fue al sepulcro. Al llegar vio que estaba abierto, porque la piedra que lo cerraba había sido rodada a un lado. 2Sin detenerse, corrió adonde se encontraban Pedro y el discípulo al que Jesús quería entrañablemente, y les dijo:
—¡Se han llevado del sepulcro el cuerpo del Señor, y no sé dónde lo han puesto!
3Pedro y el otro discípulo se dirigieron rápidamente al sepulcro. 4Corrían juntos, uno al lado del otro; pero luego el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5Se inclinó para mirar dentro, y vio que los lienzos estaban allí, en el suelo, pero no entró. 6Tras él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Vio los lienzos, 7y vio también el sudario que había envuelto la cabeza de Jesús, no en el suelo sino enrollado a un lado. “ 8Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y al ver todo aquello pensó que Jesús había resucitado. 9Porque hasta ese momento no habían comprendido lo que anunciaban las Escrituras: que era necesario que él resucitara de entre los muertos.
Jesús se aparece a “María Magdalena
10Regresaron luego los discípulos a la casa, con los suyos. 11Pero María, que había vuelto al seÑpulcro, se quedó allí, llorando. Y llorando como estaba, se inclinó a mirar dentro, 12y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies del sitio donde había estado el cuerpo de Jesús. 13Los ángeles le preguntaron:
—¿Por qué lloras?
Ella respondió:
—Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.
14En ese mismo momento volvió la mirada, y vio a Jesús que estaba de pie detrás de ella; pero María no le reconoció.
15Jesús también le preguntó:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella le dijo, pensando que era el hortelano:
—Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo pueda recogerlo y darle sepultura.
16—¡María! —le dijo entonces Jesús.
Ella se volvió y exclamó:
—¡Raboni! (que en hebreo significa “¡Maestro!”)
17Jesús le advirtió:
—¡No me toques!, porque aún no he subido adonde está mi Padre. Pero ve a buscar a mis hermanos y diles que subo al que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
18María de Magdala corrió en seguida a buscar a los discípulos, para darles la noticia de que había visto al Señor y comunicarles el mensaje que él le había confiado.
Jesús se aparece a “sus discípulos
19Aquel mismo día primero de la semana, al caer la noche, se reunieron los discípulos. Tenían las puertas cerradas por temor a los dirigentes judíos, pero de pronto se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
—¡Paz a vosotros!
20Después les mostró las manos y el costado, y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él siguió diciéndoles:
21—Del mismo modo que el Padre me envió, también yo os envío a vosotros.
22En seguida sopló sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo. 23A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; pero a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Jesús se aparece a Tomás
24Uno de los discípulos, Tomás el Dídimo, no se encontraba con los demás cuando Jesús se les presentó. 25Ellos le contaron que habían visto al Señor, pero Tomás respondió:
—Solamente creeré si veo en sus manos las heridas de los clavos y las toco con mis dedos, y si toco con mi mano su costado abierto.
26Ocho días más tarde se reunieron de nuevo los discípulos, y esta vez se encontraba Tomás entre ellos. De pronto, con las puertas cerradas como la vez anterior, se puso Jesús en medio de todos, y los saludó:
—Paz a vosotros.
Luego, dirigiéndose particularmente a Tomás, le dijo:
27—Mira las heridas de mis manos y tócalas con tu dedo; y acerca acá tu mano para tocar mi costado. ¡Y no seas incrédulo, sino creyente!
28Respondió Tomás:
—¡Señor mío y Dios mío!
Le dijo Jesús:
29—Tomás, has creído en mí porque me has visto... ¡Dichosos los que lleguen a creer sin haberme visto!
30Los discípulos fueron testigos de muchas otras señales milagrosas hechas por Jesús, las cuales no han quedado recogidas en este libro. 31Pero las que aquí se han narrado fueron escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida por medio de él.