John 19

La sentencia

Mt 27:27-31; Mr 15:16-20

1Viendo la actitud del pueblo, Pilato ordenó que azotasen a Jesús con un látigo de puntas de plomo. 2Los soldados, por su parte, entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Le cubrieron con un manto de púrpura, 3y comenzaron a golpearle en la cara mientras gritaban en son de burla:

—¡Viva el Rey de los judíos!

4Pilato volvió a presentarse de nuevo ante los judíos.

—Mirad, aquí os traigo a este hombre. Pero entended bien que yo no lo encuentro culpable de ningún crimen.

5Tras Pilato apareció Jesús, con la corona de espinas en la cabeza y el manto de púrpura sobre los hombros. Pilato dijo:

—¡Ahí tenéis al hombre!

6Al verle, los principales sacerdotes y los alguaciles prorrumpieron en gritos:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

—¡Crucificadlo vosotros, puesto que yo no lo puedo culpar de ningún delito!

7Respondieron ellos:

—¡Según nuestra ley, tiene que morir, porque se ha hecho pasar por el propio Hijo de Dios!

8Pilato se asustó al oir aquello, 9y por eso hizo llevar de nuevo a Jesús al interior del palacio, y le preguntó:

—¿De dónde eres tú?

Jesús no le respondió ni una sola palabra, y Pilato insistió:

10—¿No me quieres responder? ¿No comprendes que tengo autoridad bastante para soltarte y para crucificarte?

11—Ninguna autoridad tendrías sobre mí, si no se te hubiera dado de arriba. Por tanto, más culpables de pecado que tú son los que me han traído para entregarme a ti.

12Desde aquel momento, Pilato procuraba con mayor empeño soltar a Jesús, pero los dirigentes judíos comenzaron a decir a voces:

—¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César! ¡Cualquiera que se declara rey se rebela contra el César!

13Al oir aquellas palabras amenazadoras, Pilato volvió a sacar a Jesús, y él se sentó en el banco del tribunal, en el lugar conocido como el Empedrado (en hebreo, Gabata), desde donde se dictaban las sentencias. 14Era la víspera de la Pascua, sobre la hora del mediodía. Dijo Pilato a los judíos:

—¡Ahí tenéis a vuestro rey!

15Pero ellos vociferaban:

—¡Fuera, fuera con él! ¡Crucifícalo!

—¿A vuestro rey queréis que crucifique?

—¡Nosotros no tenemos más rey que el César! —gritaron los principales sacerdotes.

16Pilato, al fin, cedió ante ellos y les entregó a Jesús para que lo crucificasen. Tomaron, pues, a Jesús y se lo llevaron.

La crucifixión

Mt 27:33-44; Mr 15:22-32; Lc 23:33-43

17Salió de la ciudad cargado con la cruz, y se encaminó al lugar llamado la Calavera (en hebreo, Gólgota). 18Allí lo crucificaron, y con él a otros dos hombres, en medio de los cuales pusieron a Jesús.

19Pilato mandó clavar en la cruz un rótulo que decía: “Jesús de Nazaret, rey de los judíos”, 20y como aquel lugar donde lo habían crucificado estaba cerca de la ciudad, mucha gente pudo leer el rótulo, que estaba escrito en hebreo, latín y griego. 21Pero los principales sacerdotes judíos se sintieron molestos por lo que decía el rótulo, y fueron al palacio de Pilato a pedirle que lo cambiase:

—Has escrito que ése es el Rey de los judíos, pero lo que debes poner es que él dice: “Yo soy el rey de los judíos”.

Pilato replicó:

22—¡Lo que he escrito, escrito está, y así se queda!

23Después de crucificarlo, los soldados, que eran cuatro, se repartieron las ropas de Jesús, una parte para cada uno. Pero el manto era de una sola pieza, sin costuras, 24por lo cual acordaron no partirlo, sino echarlo entero a suertes, y que al que la suerte le tocara se quedase con él. De este modo se cumplió la Escritura que dice: “Se repartieron mis ropas, y sobre mi manto echaron suertes”. Eso hicieron los soldados.

25De pie junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María la de Cleofás, que era hermana de su madre, y María de Magdala. 26Al ver Jesús a su madre, y que a su lado se encontraba el discípulo al que él quería entrañablemente, dijo:

—Mujer, ahí tienes a tu hijo.

27Luego le dijo al discípulo:

—¡Ahí tienes a tu madre!

Desde aquel instante, el discípulo la acogió en su casa.

Muerte de Jesús

Mt 27:48,50; Mr 15:36-37; Lc 23:36

28Después, sabiendo que su obra estaba consumada, y para que se cumplieran las Escrituras, Jesús exclamó:

—¡Tengo sed!

29Como por allí había una vasija llena de vinagre, tomaron una esponja, la empapaparon en el vinagre, la pusieron en una rama de hisopo y se la alzaron hasta los labios.

30Jesús bebió un poco, y dijo:

—¡Consumado es!

Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.

31Pero los dirigentes judíos no querían que los cuerpos permaneciesen colgados en la cruz el día siguiente, porque además de ser sábado era una fiesta de gran solemnidad. Así que pidieron a Pilato que mandase quebrar las piernas a los crucificados, para apresurar su muerte y poder quitar de allí los cuerpos.

32Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas a los que habían sido crucificados a los lados de Jesús; 33pero a Jesús no se las quebraron, porque vieron que ya había muerto. 34Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y de la herida brotó al instante sangre y agua.

35El que contempló todas estas cosas testifica de ellas con absoluta veracidad. A él le consta que cuanto dice es cierto, y que ha narrado los hechos con la mayor exactitud para que vosotros también creáis. 36Todo ello sucedió para que se cumplieran las Escrituras que dicen: “Ningún hueso suyo será quebrado” 37y “Mirarán al que traspasaron”.

Sepultura de Jesús

Mt 27:57-61; Mr 15:42-47; Lc 23:50-56

38Poco después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los dirigentes judíos, se presentó a Pilato y le pidió permiso para llevarse el cuerpo de Jesús y sepultarlo. Pilato se lo concedió, y él fue y se llevó el cuerpo.

39Le acompañó Nicodemo, el que había ido a visitar a Jesús de noche, el cual llevó consigo una mezcla de unas cien libras (equivalentes a unos treinta y tres kilos) de mirra y áloes. 40Entre ambos tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos impregnados en aquellas especias aromáticas, como acostumbraban a sepultar los judíos.

41Próximo al lugar donde fue crucificado había un huerto; y en el huerto había un sepulcro recién excavado, en el que todavía no se había depositado ningún cuerpo. 42Teniendo presente que era necesario apresurarse a causa de la preparación de la Pascua judía, y como aquel sepulcro se encontraba cerca, pusieron allí a Jesús.