Los débiles y los fuertes
1Recibid con gusto entre vosotros a cualquier hermano, aun cuando todavía no tenga una fe firme; pero no os enredéis con él en discusiones si sus ideas no concuerden con las vuestras.
2Por ejemplo, hay hermanos en la fe que no tienen ningún inconveniente en comer de todo, mientras otros, más inseguros o más escrupulosos, solo se alimentan de verduras y frutos del campo. “ 3Pues bien, quienes piensan que es bueno comer de todo, no deben despreciar a los que opinan lo contrario; y quienes no comen de todo, no condenen tampoco a los demás, porque también a estos los ha aceptado Dios como hijos.
4No olvidéis que sois siervos de Dios y que a él tenéis que rendir cuentas, porque ante él sois responsables, no ante vosotros mismos. Por eso, dejad que sea Dios quien diga a unos y a otros si la conducta que observan es buena o mala; aunque Dios hará que sea buena, porque él es poderoso para hacer que se porten debidamente.
5Hay quienes consideran necesario observar las fiestas judías como días especiales de adoración; y hay quienes dicen que todos los días son iguales porque todos los días pertenecen al Señor. En tales cosas, cada uno debe estar plenamente persuadido de que es bueno lo que hace. 6Porque, al fin y al cabo, el que guarda ciertos días especiales para dedicárselos al Señor, hace bien; y asimismo hace bien, tanto el que come de todo dando gracias por ello al Señor, como aquel que sólo come ciertos alimentos y también da gracias al Señor por lo que está comiendo. 7Ninguno de nosotros vive o muere según su propio capricho,
8sino que vivimos para el Señor y morimos para el Señor, de forma que, lo mismo si vivimos que si morimos, del Señor somos. 9Porque Cristo murió y, habiendo resucitado, vivió de nuevo, precisamente para ser Señor nuestro así en la vida como en la muerte.
10Por eso, según os venía diciendo, ninguno debe criticar o despreciar a su hermano, antes bien recordar siempre que todos hemos de comparecer personalmente ante el tribunal de Cristo, 11como está escrito:
“Vivo yo, dice el Señor,
que ante mí
se doblará toda rodilla,
y toda lengua confesará
a Dios”.
12Esto significa que todos y cada uno de nosotros tendremos que dar cuenta a Dios de nuestros propios actos.
13Por eso, dejad de criticaros unos a otros, y tratad de vivir de tal forma que ningún hermano se escandalice, ni ninguno ponga obstáculos en el camino de los demás pensando que no es bueno lo que hacen.
14En lo que a mí se refiere, y como siervo que soy del Señor, estoy convencido de que ningún alimento es impuro en sí mismo. No obstante, aquel que considere que ciertos alimentos son impuros, que no los coma, pues si los come irá contra su propia conciencia. 15Por otra parte, si lo que uno come hace sufrir a otro, sería una falta de amor fraternal persistir en ello. No consintáis, pues, que la comida sea causa de disensión y un obstáculo para la fe de otros hermanos por quienes Cristo también murió.
16Nada hagáis que pueda dar motivo a críticas, ni siquiera cuando estéis convencidos de que no es malo lo que hacéis. 17Después de todo, lo que realmente debemos entender es que el reino de Dios no consiste en comer ni en beber, sino en la justicia, la paz y la alegría que proceden del Espíritu Santo. 18Dios se agrada, y los hombres se sienten satisfechos, de todo aquel que se pone de este modo al servicio de Cristo. 19Así pues, insistamos en que con nuestro comportamiento debemos contribuir a la paz de la iglesia, y a la mutua y fraternal edificación. 20¡No destruyamos la obra de Dios por causa de la comida! Recordad que todas las cosas que comemos son limpias en sí mismas, y que el mal no está en comerlas, sino en hacer que otros tropiecen y caigan al ver que las comemos. 21La mejor conducta en tales casos es no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna que pueda ofender al hermano o inducirlo a pecar.
22El que tiene fe, guárdela para sí mismo y para su relación personal con Dios. Dichoso aquél que no peca haciendo lo que entiende que no es malo. 23Pero el que duda acerca de lo que come, se condena a sí mismo porque no come con la convicción que da la fe. Y si le falta la fe, está en pecado, porque todo lo que se hace sin fe es pecado.