1Recordad que en tanto el heredero de una fortuna es niño, su posición puede compararse a la de un simple esclavo. Conforme a derecho, el niño es dueño de la fortuna legada; 2pero no entrará en posesión de ella mientras no llegue a la edad señalada por el padre, sino que deberá estar sujeto a la autoridad de tutores y administradores.
3Pues bien, esa era nuestra situación antes de que Cristo viniera: estábamos sometidos a la esclavitud de las leyes y las normas del mundo en que vivimos. 4Pero en el momento previsto, Dios nos envió a su Hijo, que nació de una mujer en el seno del pueblo judío. 5Lo envió para que comprase nuestra libertad; para que, liberándonos de una ley que nos hacía esclavos, recibiésemos la adopción de hijos. 6Y Dios, por ser sus hijos, ha enviado a nuestros corazones al Espíritu de su propio Hijo Jesucristo, de modo que también nosotros, sin ningún temor, podemos llamarle Padre. “ 7Ya no somos, pues, esclavos, sino hijos de Dios; y siendo hijos de Dios somos también herederos suyos por medio de Cristo.
Preocupación de Pablo “por los gálatas
8Ciertamente vosotros, los gentiles, antes de conocer a Dios erais esclavos de dioses que por naturaleza ni siquiera lo son. “ 9Pero puesto que habéis llegado a conocer a Dios (o, más exactamente, puesto que Dios os reconoce a vosotros), ¿cómo ahora volvéis atrás vuestros pasos para caer de nuevo en unos principios religiosos vacíos y sin sentido, a los cuales queréis someteros otra vez en la condición de esclavos? 10¿Y cómo pretendéis ganaros de nuevo el favor de Dios haciendo tales o cuales cosas en determinados días, meses, estaciones o años? 11Mucho me temo que mi trabajo entre vosotros haya sido del todo inútil.
12Hermanos míos, en nada me habéis agraviado; pero os ruego que consideréis mis razones, como también yo consideré las vuestras en otro tiempo. 13Y os pido que recordéis que mi primera estancia entre vosotros fue causada por una enfermedad, la cual dio pie ciertamente a la posibilidad de predicaros el evangelio, “ 14y eso a pesar de que aquella dolencia era de tal género que hasta podía haberos repugnado. Sin embargo, no me despreciasteis ni me apartasteis de vuestro lado, sino que me recibisteis y cuidasteis como si se hubiera tratado de un ángel enviado por Dios, o aun del propio Jesucristo. 15Pero ahora, ¿qué queda de aquella gozosa solicitud vuestra? Me consta que entonces, si lo hubierais creído necesario, hasta los ojos os habríais sacado por dármelos a mí. “ 16Pero en cambio ahora... ¿vais a mirarme como a un enemigo porque os digo la verdad?
17Creedme, esos que tanto parecen desear vuestra amistad no llevan buenas intenciones. Lo que intentan es apartaros de mí para que toda la atención se la prestéis a ellos. 18Sin duda sería de agradecer que os mostraseis siempre igualmente celosos de hacer lo bueno, y no solo cuando estoy entre vosotros.
19Hijitos míos, de nuevo estoy padeciendo dolores de parto por vosotros, pues Cristo aún no se ha formado en vuestro interior. “ 20¡Qué no daría yo por estar ahí, con vosotros, en este mismo instante, para poder hablaros de otro modo! Pero el caso es que, separados como estamos por la distancia, me tenéis perplejo.
Agar y Sara
21Vosotros, que creéis necesario obedecer a la ley de Moisés para alcanzar la salvación, decidme, ¿por qué no os fijáis en lo que esa misma ley dice? 22Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de una esclava y otro de una mujer libre. 23El hijo de la esclava nació como nacen todos los niños; pero el hijo de la mujer libre nació porque Dios se lo había prometido a Abraham. “ 24-2Esto es una alegoría que representa los dos pactos de Dios con el hombre. El uno procede del monte Sinaí, de donde vienen los hijos sometidos a la esclavitud de la ley: este pacto lo representa Agar (el monte Sinaí en Arabia) y corresponde a la Jerusalén de hoy, que, junto con sus hijos, está sometida a esclavitud. 26El otro pacto es la Jerusalén celestial, madre de todos nosotros, y libre. 27De ella dice la Escritura:
“¡Regocíjate, estéril!
¡Grita de alegría,
tú que nunca diste a luz,
porque más son los hijos
de la mujer abandonada
que de la que tiene marido!”
28Hermanos míos, vosotros y yo, lo mismo que Isaac, somos los hijos prometidos por Dios. 29Pero así como Ismael, hijo de la esclava, persiguió a Isaac, nacido según el Espíritu, así también nosotros, los que nacimos del Espíritu Santo, somos perseguidos. 30A este respecto, ¿qué dicen las Escrituras? Pues dicen: “Echa fuera a esa sierva y a su hijo, porque el hijo de la sierva no ha de compartir la herencia con el hijo de la libre”.
31De manera que nosotros, hermanos míos, no somos hijos de la esclava, sino de la mujer libre, y Dios nos acepta porque tenemos fe.