1Juan, el anciano, a la Señora elegida y a sus hijos, a quienes amo de corazón; y no sólo yo, sino todos los que han conocido la verdad, 2porque la verdad permanece y permanecerá en nosotros para siempre. 3Que la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de nuestro Señor Jesucristo, su Hijo, sean con vosotros en verdad y amor.
4Me ha alegrado en gran manera encontrar a algunos de tus hijos y saber que caminan en la verdad, de acuerdo con el mandamiento que recibimos del Padre.
5No creo necesario, Señora, escribirte ahora ningún mandamiento nuevo, pero sí recordarte el que Dios nos dio desde el principio: que nos amemos fraternalmente unos a otros. 6Y el amor consiste precisamente en conducirnos de acuerdo con los mandamientos que Dios nos dio, es decir, en guardar todo cuanto desde un principio él ha dispuesto.
7Pero por ahí andan muchos impostores que no confiesan que Jesucristo vino a nosotros en cuerpo humano y mortal como el nuestro. Quienes eso enseñan son embusteros y anticristos. 8Mirad por vosotros mismos y evitad conduciros como ellos, para que no caiga en saco roto el fruto de vuestro buen trabajo, sino que recibáis en su momento el premio que da el Señor.
9Todo aquel que habiendo perdido el rumbo se aparta de la enseñanza de Cristo y no persevera en ella, se aparta también de Dios. Para tener al Padre y al Hijo es preciso permanecer fielmente en la enseñanza de Cristo. 10Si alguien viene en busca vuestra con ánimo de instruiros, pero no lo hace conforme a la enseñanza “de Cristo, no lo admitáis en vuestra casa ni le deis la bienvenida. “ 11Pensad que si no actuáis de este modo, estaréis tomando parte en sus malas obras.
12Tengo otras muchas cosas que deciros, pero prefiero no hacerlo por carta, porque espero poder visitaros pronto y hablar personalmente con vosotros. Así nuestra alegría será completa.
13Los hijos de tu hermana, también elegida de Dios, te envían saludos.